Yo, y mi circunstancia
Tengo la pezuña de
la cabra Marieta metida en un ojo. Son ya muchos meses así. Ya no cabíamos en
nuestro hogar habitual, la vieja caja de zapatos de siempre, porque los yayos tuvieron
la gran idea de comprar una familia de patos gordos, así que nos apelotonaron
en una bolsa. Los nuevos están protegidos cuidadosamente en papel cuché y,
además, están cerca de los VIPS. Oigo como conversan a veces. Yo, en cambio,
solo puedo dialogar con Marieta, que no está bien de la cabeza, y el asunto
resulta agotador.
Soy la última
superviviente del primer Belén de cabezones que hubo en esta casa. Me llamo “Ovejita”
y siempre me estoy rascando una oreja, es mi eterna y simpática posición. Parezco
feliz, pero arrastro un trauma. A mis 46 años todavía no me han puesto cerca del
Portal, siempre me ponen al otro lado del río junto a las otras ovejas, éstas
en versión moderna y todas con la misma cara, más aburridas que los molinos. El
pastor que cuida de mí, Timoteo, está alcoholizado. La bota de vino que lleva
pegada al cuerpo fue su perdición desde el principio. En fin, menos esos
camellos portentosos, los Reyes Magos con sus vistosos trajes, los pastores
elegidos, y el trío principal tan bello e iluminado, a los que llamo VIPS, el resto
somos una tropa bastante patética. Aunque, según dicen, tenemos el mejor
trabajo del mundo. Pero yo quiero más. Me encantaría, aunque solo
fuera por una vez, poder saludar a ese crío tan mono y gracioso en torno al
cual se organiza este sarao de cada año.
Y les voy a decir una cosa. Tengo la sensación de que ésta va a ser mi Navidad. Ya la imagino: Estoy frente al portal haciendo cabriolas, y todos se olvidan de los Reyes, regalos y de toda la parafernalia. Solo me miran a mí. Incluso la Virgen se levanta y me pone en su regazo para que el bebé me pueda acariciar….Sí. ¡Esta va a ser mi Navidad!
Noche del 24 de diciembre
Ya llega la hora. Ya
oigo los pasos de los niños (los hijos de los niños que conocí en la década de
los setenta)…¡Se están fijando en mí! ¡No lo puedo creer, estoy casi delante
del portal! El niño Jesús me está mirando….¡Oh! y hasta parece que me guiñe un
ojo ¡Esto es maravilloso!… Pero, un momento ¿qué demonios es esto?
Me han plantado
delante un pastor enorme agachado y con los calzones bajados, y un olor
pestilente destila por el ambiente. Es el recién llegado de este año, y se hace
llamar “el Caganer”. Dice que vamos a ser muy buenos amigos, el muy cenutrio.
No lo dudo, pero comprenderán ustedes la gracia que me está haciendo la
sorpresita. No tengo más primer plano que el de sus posaderas. Detrás de mí, suena
una melodía. Oigo como las pijas de mi especie susurran de improvisado una canción:
«Oveja que sola vas
Con tu patita te rascarás
El año que viene vendrá
Panda de
desgraciadas. Yo dimito.
El Caganer se ha
pasado el año hablando, sin parar. Es un tipo peculiar. Nos ha propuesto hacer una cadena el año próximo. Cuando
le pregunto para qué una cadena, me dice que es un sueño que tiene, y que la
estrella irá en cabeza. Quiere que todos participemos. Bueno, todos no, a los Reyes
no los ha mentado. Sospecho que no tiene mucha simpatía a la realeza. Y está
obsesionado con Palestina. El problema es Palestina, nos dice. Yo nunca hablo
de política, ni de religión, solo soy una oveja, pero los demás discuten con
él, algunos con buenas intenciones, como los conejos –proceden de los campos
fríos de tierras altas, de ahí su carácter pacificador–. Pero un día casi
llegan a las manos con Timoteo, cuyo diálogo ha resultado extraordinariamente
fluido y lúcido a pesar de su alcoholismo. Las figuras se empeñan en llamarle
“Caganet”, cosa que le molesta sobremanera. “Caganer”, dice, sin pronunciar la
“r” final. El hacedor de la tierra fértil, como le gusta autoproclamarse. El caso es que, con todo, es un chico que nos cae a todos muy bien. Y
le queremos.
No sé qué pasará el
año que viene, ni si me pondrán frente al Portal. Pero pasar el tiempo en este
saco si está dentro el de la barretina va a ser de todo menos aburrido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario