Decían que ser nosotros dos no sería fácil. Pero se equivocaban. No lo fue para nuestras familias, para nuestros amigos, ni mucho menos para ambos. La dificultad es solo una ilusión, una barrera imaginaria, presente únicamente en la mente de obtusos que ocultan sus propios complejos. En la mía solo están sus manos, sus ojos y sus ganas de vivir.
Soy de natural circunspecto y mi
otra mitad colma con su extraversión y alegría esa seriedad que tanto que me
reprocha, pero que también necesita. Lo nuestro es especial. Tanto que el mundo
debería sentir envidia.
Afuera, las calles arden esta
noche.
¡Salgamos! -Me dice.
El exceso, el ruido, nunca fueron
conmigo. En sus ojos ya conoce mi respuesta, porque es idéntica cada año. Resignado,
pero no triste, coge su libro donde lo dejó dispuesto a retomar la lectura. Le
contemplo desde la puerta de la cocina. Ese contorno tan familiar, esas gafas
gruesas, y el alma limpia, tan ausente de malicia. Mi gran amigo y confidente.
Mi presente y mi futuro.
Para su sorpresa, le quito el
libro y le digo “¿Y por qué no?”
Tomo su mano y salimos. Él
enarbolando con orgullo su arco iris, y yo con mi habitual blanco y negro.
En perfecta armonía.